Para muchos el monumento más representativo de la India, el Taj Mahal se encuentra en Agra, ciudad al sureste de Delhi que una vez fuera capital del Imperio Mughal. Descendientes de los mongoles y de fé musulmana, durante varios siglos gobernaron sobre la mayor parte de los territorios que hoy conforman India, y muchos de los monumentos y mezquitas más destacadas del país vienen de esa época – de hecho en la mayoría de palacios y fuertes que he visitado se explicaban las batallas entre mughales y rajs, ensalzando las proezas de unos u otros. La ciudad forma parte del «triángulo de oro» junto a Jaipur y Delhi, el área más visitada por turistas extranjeros, y tiene buena comunicación con las principales ciudades del país, algo que muchos visitantes aprovechan para pasar el mínimo tiempo en la ciudad: yo mismo llegué en un tren a las ocho de la mañana y salí en un tren nocturno.
Y es que no merece la pena pasar mucho tiempo en la ciudad, una vez se han visitado el Fuerte Rojo y el Taj Mahal – que merecen sobradamente la visita-, el resto es una ciudad sin encanto, terriblemente contaminada y en la que el turismo ha hecho estragos. De hecho, en el triángulo de oro es donde se concentran la mayor parte de timos y engaños por parte de taxistas, vendedores o comisionistas, mucho más que en cualquier otra zona,dando una lamentable imagen que mucha gente se lleva como recuerdo a casa. Todo hay que decirlo, a veces tienen bastante creatividad y requieren de un esfuerzo coordinado, y el esfuerzo se les reconoce. A quien visita esta zona le engañan diciendo que tal hotel u oficina no está abierto o incluso se quemó hace tiempo, no indican los impuestos en los precios y lo cobran luego sin avisar, los taxistas dan todos los rodeos que puedan, e incluso han llegado a envenenar comida para cobrar servicios médicos. No es desde luego la ciudad más encantadora que he visitado, pero la visita es imperdonable.
El Fuerte Rojo, una soberbia fortaleza – me recordaba en algunos momentos al Palacio Topkapi de Estambul– que se levanta junto al río Yamuna, se compone de un conjunto de edificios palaciegos y mezquitas dispuestas en una sucesión de patios y jardines dispuestos entre altos muros de arenisca de color rojizo, proveniente de la zona. Aunque obviamente sin uso actual, impresiona imaginarse los pórticos y los salones durante las audiencias reales, y sin tener un tamaño desmesurado, la visita da para una hora y media o dos horas disfrutando del detalle de los grabados, los jardines, y las vistas desde los miradores.
Desde el fuerte se puede llegar andando hasta Taj Ganj, a casi dos kilómetros de distancia, que es la zona de la ciudad en torno al Taj Mahal. Con multitud de pequeños hoteles y restaurantes, es el sitio perfecto para tomar algo y contemplar el mausoleo desde sus azoteas, antes de adentrarse en el conjunto museístico – y pagar las escandolosas 750 rupias que cuesta la entrada. Tras haber sobrevivido a varios ataques de ejércitos invasores, hoy en día la mayor amenaza a la que se enfrentan los lugares de interés en India es la polución, y justifican el precio de la entrada para su mantenimiento. Lástima que la fama de corruptos de los políticos locales ensombrezca la tarea.
Una de las siete maravillas del mundo moderno, el mausoleo se levanta en el extremo norte del recinto que alberga jardines, mezquitas y otros edificios. Construido enteramente en mármol blanco con incrustaciones de piedras preciosas, su belleza no deja indiferente a propios y extraños, que se amontonan en colas para entrar a la tumba y pelean para conseguir la mejor foto en los puntos señalados por interesados jardineros. La serena simetría de sus paramentos contrasta con los grabados e inscripciones del Corán que decoran el basamento y los dinteles de los accesos, y a lo largo de las horas se puede apreciar como el sol tiñe el mármol blanco, recorriendo una amplia gama de tonos violetas, azules, ocres, amarillos y rojizos a lo largo del día. Una construcción espectacular en el que realmente se lamenta el compartirlo con tantos otros turistas y no poder disfrutarlo a solas.
Una escapadita por Asia 